Cuando
estalló la Primera Guerra Mundial, a finales de 1914, Marie Curie se vio
obligada a suspender sus investigaciones. Tampoco pudo abrir sus puertas el recién
construido Instituto del Radio ―hoy Instituto Curie, y que ella misma iba a
dirigir― debido a la amenaza de una posible ocupación alemana de París. Después
de depositar personalmente su valioso alijo de radio en la caja fuerte de un
banco de Burdeos, puso al servicio de Francia su experiencia en el campo de la
radiactividad para ayudar en el esfuerzo bélico. Al fin y al cabo era su país y
estaba decidida a servirlo con el espíritu patriótico que la situación
requería.
No
tuvo dificultades para convencer a los funcionarios del gobierno de que existía
un papel que ella podía desempeñar. Pronto, como directora del servicio de
radiografía de la Cruz Roja, se hizo cargo de un equipo de expertos en técnicas
radiográficas que supuso un nuevo torbellino de trabajo intensivo en su vida.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
Cuando Marie Curie empezó su trabajo, el ejército francés disponía de un solo vehículo radiológico, pero ella acabaría logrando poner en funcionamiento más de doscientos durante la contienda. A estas ambulancias se les llegó a conocer como las “pequeñas Curie” (petit Curie). Entre el material que transportaba se encontraban una dinamo, el aparato de rayos X, un equipo fotográfico, cortinas, pantallas y varios pares de guantes para proteger las manos de los operadores de los rayos X. No lograban pasar de 50 km/h, por lo que cada trayecto se antojaba eterno para sus ocupantes, entre los que se hallaban, además de Marie Curie y su hija mayor Iréne, un médico y un chófer mecánico. Muchos de los cuerpos que radiografiaban pertenecían a muchachos que no superaban los dieciocho años de la propia Irène.
Marie Curie no dudó incluso en ponerse al volante (Fuente). |
A
estos hay que sumarle que muchos de los médicos, sobre todo los más veteranos,
mostraban en aquella época una considerable oposición al uso de los rayos X
como medio de diagnóstico, y durante los primeros meses de la guerra, las dos
mujeres tuvieron que soportar la hostilidad que provocaba su presencia en los
hospitales militares.
Marie
Curie, sin embargo, había logrado con éxito que varios de sus coches cumplieran
activamente su misión entre las trincheras y la retaguardia. Aun así, en 1916,
tras la cruenta batalla del Somme, la carencia de radiólogos se hizo más que
patente, precisamente cuando más se necesitaban. Marie Curie decidió, pues,
crear en el Instituto del Radio, aún sin abrir, una escuela radiológica para enseñar
a jóvenes mujeres los fundamentos de las técnicas de rayos X.
Las petit Curie fueron de vital importancia durante la contienda (Fuente). |
En
el transcurso de la guerra y en plenos hospitales de campaña, con el peligro
que entrañaba aventurarse demasiado cerca del frente de batalla, Marie Curie
participó muy activamente ayudando a los cirujanos a localizar metralla y balas
de los cuerpos de los soldados heridos. Al final de la contienda se estimó que
los equipos de rayos X de Curie, así como las jeringas de gas radón que diseñó
para esterilizar las heridas, pudieron haber salvado la vida de un millón de
soldados.
Sin
embargo, cuando el gobierno francés, más tarde, trató de concederle la Legión
de Honor, la más alta distinción francesa, ella se negó en otra muestra de su
labor solidaria y desinteresada a la
causa.
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