Tras
descubrir el radio en 1898, Marie y Pierre empezaron a entrever otras
aplicaciones del radio que iban más allá de la mera contribución al
conocimiento físico del átomo. Los médicos franceses usaban la radioterapia, o
“curieterapia” como llegó a conocerse en Francia, con radio donado por los
Curie. El precio del gramo de las sales de radio se multiplicó por cincuenta en
cuestión de dos décadas: desde 400 libras esterlinas en 1903 a las 20000
durante la Primera Guerra Mundial, pues se usaba para los puntos de mira de los
fusiles y en las brújulas.
Al
igual que Röntgen nunca había patentado sus rayos X, los Curie rechazaron tajantemente
la oportunidad de lucrarse mediante una patente a pesar de que apenas tenían
dinero para comprar los residuos de pechblenda que necesitaban para extraer el
elemento. En 1906, no habían ganado absolutamente nada del radio separado según
el método concebido por Marie, hecho que señalaría con orgullo durante toda su
vida.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
La
pureza y el desinterés del trabajo de los Curie eran un equilibrio difícil de
mantener. Con una actitud desinteresada dejaron los secretos del proceso de
extracción y aislamiento a disposición de la comunidad científica. Siempre
respondían gratuitamente y de buen grado a las innumerables demandas de información,
sobre todo en América. Industrias enteras se estaban levantando gracias a las
detalladas informaciones técnicas que los Curie proporcionaban.
Marie Curie dando una conferencia sobre radiactividad (Fuente). |
Y
mientras crecía en torno a ellos la comercialización de sus propios
descubrimientos, los Curie estaban literalmente mendigando dinero a mecenas
para poder levantar un laboratorio que cubriese sus relativamente simples
necesidades. Marie consideraba los aspectos económicos de la investigación y el
desarrollo industrial como algo ajeno a su competencia.
En
aquella época se imponía la idea de que la ciencia había de ser pura. Eso
significaba que la investigación no debía contemplarse en función de su aplicación
práctica a un problema dado, sino debía ser conducida con el único objetivo de
aumentar y profundizar el saber. Si existía una aplicación, mejor para la
humanidad, pero nunca podía constituir un objetivo deliberado. Era una actitud
muy extendida que empapaba todo el pensamiento científico. Eran las nobles
motivaciones que se esperaban de los sabios. Una actitud que Marie aprendió a
admirar y se calificaba con una sola palabra: desinterés. Ella la hizo suya.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
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