En
apenas tres años, Maria Skłodowska había conseguido ser la primera de su
promoción en la licenciatura de Física y la segunda en la de Matemáticas. No
era poca hazaña para una joven que había partido de una formación científica
prácticamente nula. La primera etapa de su ambición, la que incluía adquirir
conocimientos científicos iguales a los de un hombre, la había alcanzado con
creces. Era el turno de apuntar hacia cotas más altas. Estaba empeñada en hacer
algo grandioso y estimulante, quería tener su propia contribución al saber
científico.
Ya
como Marie Curie, pues se casó con su jefe de laboratorio, el reputado
científico francés Pierre Curie, comenzó a investigar para la tesis doctoral.
Hecho sin precedentes en toda Europa, ya que ninguna mujer había conseguido el
doctorado. Y no pudo tener más puntería a la hora de elegir el campo de
investigación porque se disponía a guiar a la ciencia a una nueva era.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
En
1895, el físico alemán Wilhelm Röntgen había descubierto los rayos X. Durante
el año que se publicaron más de cuarenta libros y más de mil artículos a
propósito del nuevo hallazgo. El extraordinario poder de penetración de esos
nuevos rayos los hacía una útil herramienta para explorar la estructura de la
materia y, de paso, redefinirla. Hay que recordar que desde la antigua Grecia,
y aún a finales del siglo XIX, el átomo aún se consideraba como algo indivisible.
Un
año más tarde, el físico francés y mentor de Marie Curie, Henri Becquerel, se
encontró en la senda de otro gran descubrimiento, la radiactividad. Trabajando
con sales de uranio comprobó que eran capaces de ennegrecer placas fotográficas
incluso si se cubrían con una tela negra, una lámina metálica y se metía todo
dentro de un cajón. ¿De dónde sacaba el compuesto de uranio esa energía que
permitía impresionar las emulsiones fotográficas a través de diversos espesores
de metal? En el plano científico, el terreno estaba virgen.
Placa fotográfica realizada por Becquerel que muestra los efectos de la exposición al uranio (Fuente). |
El
propio Becquerel perdió el interés por su descubrimiento, ya que la atracción
que ejercían sobre los científicos los espectaculares rayos X seguía siendo muy
potente. Y ahí fue donde Marie Curie vio la oportunidad de explorar aquel
fenómeno ignorado por tantos. Se aseguraba así que no tendría competidores en
el campo, aún sin explorar a fondo, con la ventaja añadida de que no había una
extensa bibliografía para prepararse. Podía mancharse las manos en su
laboratorio sin tener que pasar meses en una biblioteca previamente.
Becquerel
había demostrado que estos nuevos rayos, a la sazón rayos uránicos ―la palabra
radiactividad la emplearía Marie Curie por primera vez más adelante―, que, al
igual que los rayos X, provocaban una corriente eléctrica en el ambiente que
los rodeaba. Partiendo de esa premisa, Marie Curie, con la minuciosidad
obsesiva que la caracterizaba en el laboratorio, empleó el electrómetro se
dispuso a investigar si existían otras sustancias distintas del uranio capaces
de provocar un aire conductor de electricidad. Según sus observaciones, el torio
y sus compuestos lo hacían y además emitían rayos parecidos a los uránicos.
El matrimonio Curie en su laboratorio (Fuente). |
A
continuación midió la intensidad de la corriente eléctrica por los diversos
compuestos de uranio y torio. Y comprobó que la actividad que observaba
dependía únicamente de la cantidad de uranio o de torio presente en la muestra.
Era un resultado de una importancia bestial: estaba ante una nueva propiedad de
los átomos, su capacidad para emitir rayos. Es decir, Había demostrado que la
radiación no resultaba de la interacción por parte de los átomos, ni de la reordenación
de moléculas en nuevos arreglos, como ocurre en una simple reacción química en
la que se produce calor o luz. No. Esta nueva energía emitida en forma de rayos
tenía un origen totalmente distinto y solo podía proceder del átomo en cuestión,
independiente de cualquier sustancia añadida o alguna reacción química.
En
definitiva, la radiactividad es, necesariamente, una propiedad atómica. Y a
partir de este sencillo descubrimiento, la ciencia del siglo XX se encontró preparada
para dilucidar los misterios de la estructura del átomo, y de ahí surgieron
todas las aplicaciones prácticas que se derivan de ella. Desde el punto de
vista científico, fue este descubrimiento, y no los que les siguieron, el que
le otorgó notoriedad, la verdadera obra maestra de Marie Curie.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
Es verdad que la casualidad ha jugado un importante papel en los grandes descubrimientos científicos, pero no es menos verdad que detrás de estas casualidades hay personas empeñadas, inconscientemente probablemente, en que se produzcan. Las casualidades no existen sin el trabajo, sin el empeño y el esfuerzo de las personas que las hacen realidad.
ResponderEliminarHasta luego Jesús.