Cuando
nació Marie Curie ―originalmente como Maria Salomea Skłodowska―, la mayor parte
de Polonia estaba controlada por Rusia, y el zar Alejandro II era su rey. En los
mapas ni siquiera aparecía la palabra Polonia y el ruso era la lengua oficial. Quinta
y última hija de nacionalistas polacos comprometidos, Maria, como cualquier
niño durante la década de 1870, no vivía ajena al yugo ruso ni insensible al
clima religioso de Varsovia. Sin embargo, efectos trágicos en el seno de su
familia pronto haría inclinar la balanza hacia el espíritu lógico y racional.
La
educación secundaria polaca consistía en aprender ruso, latín y griego, y una
vez superados, se podía acceder a la universidad o a las escuelas técnicas
superiores del imperio del zar. Pero esto se limitaba a los hombres, a las
mujeres ni tan siquiera se les permitía promocionar a estudios superiores. Sólo
les quedaba la opción de abandonar el país y conseguir un título en una
universidad extranjera.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
A
pesar de los evidentes obstáculos que se oponían a toda forma de pensamiento
original o que pudiese resultar revolucionario, a Varsovia llegaban ecos de
ideas nuevas que impregnaban el resto de Europa. Los jóvenes de Varsovia,
atraídos ante esta perspectiva y muy influidos por la “filosofía positiva” de
Auguste Comte, comenzaron a agruparse clandestinamente en lo que se llamó la
Universidad Volante. En los pisos superiores de las viviendas, al abrigo de las
miradas de la policía, se abordaban temas como la anatomía y las ciencias
naturales. Había lugar para recitales de piano, lecturas de poemas e incluso
peripecias sobre algún viaje. El público de esta universidad de vanguardia era
esencialmente femenino, y entre sus asistentes se encontraba Maria Skłodowska. Aprendió
a conocer a Dostoievski, Heine o Musset y con deleite comenzó a descubrir
amplios y nuevos horizontes.
El
positivismo proponía soluciones a los problemas sociales con sus postulados
sobre la igualdad de género en materia de educación, el anticlericalismo o la
abolición de los privilegios de la nobleza. Sin embargo, tras la publicación,
en 1973, de “El Capital” de Karl Marx, se encontró con una nueva oposición.
Desde el prisma marxista, la actitud positivista, que preconizaba la adaptación
de Polonia a la situación existente, equivalía a aceptar la servidumbre y la
colaboración con las autoridades zaristas. A partir de ambas ideologías surgían
incesantemente revolucionarios y mártires que mantenían bastante ocupada a la
represiva policía zarista.
Aspecto actual de la fachada de la casa donde nació Maria Skłodowska el 7 de noviembre de 1867, hoy convertida en un museo dedicado a ella (Fuente). |
El
positivismo había ofrecido a Maria una carta de sabores apenas catados. Durante
este periodo, Maria comprendió la verdadera naturaleza del ambiente que le
rodeaba. Pero de repente apareció algo más importante que atrajo su atención:
había descubierto la ciencia. La fuerza de su carácter y, sobre todo, su hábito
de ponerlo en práctica, pues poseía inmensas reservas de energía física e
intelectual. Sobre todo, le apasionaba la Física y las Matemáticas.
Cuando
se le apareció la oportunidad de marcharse a París, cayó en la cuenta que sus
sueños podían convertirse en realidad. Sueños de cultura, de éxitos
intelectuales y, por supuesto, de libertad. A sus veinticuatro años daba
sobradas muestras de tener las ideas muy claras. Poseía lagunas en el plano
intelectual, pero la Maria Skłodowska que se apeó en la Gare du Nord de París
en septiembre de 1891, poseía una cualidad bastante singular en una mujer
criada en un ambiente condicionado por el aislamiento intelectual polaco: la
ambición.
París
ya era otra cosa: libre, vibrante y confiado. Ya habían pasado veinte años
desde la rápida represión sufrida por la Comuna por sus decretos
revolucionarios. Gozaba de una prosperidad material surgida de un período de
confianza y de paz. Un contraste brutal con lo que había conocido Maria hasta
entonces. Las cicatrices habían desaparecido y los grandes bulevares diseñados
por el Barón Haussman y los esplendorosos inmuebles que los flanqueaban eran un
placer para la vista y certificaban la salud de la capital francesa.
Era
el París de la Belle Epoque y probablemente
quedara impresionada, como nos ocurre a todos todavía hoy, por lo que fue la
pieza central de la Exposición Universal de 1889, organizada para conmemorar el
centenario de la Revolución Francesa. Ese gigantesco símbolo surgido de una
hazaña mecánica: la Torre Eiffel.
Estampa de una visión general de la Exposición Universal de París de 1889 (Fuente). |
Cuando
Maria llegó a París, los titilantes fuegos de los mecheros de gas habían dado
paso a los tubos incandescentes; ya había faroles eléctricos repartidos por los
bulevares; las mujeres vestían con abundantes colores a base de nuevos tintes; incluso
los vehículos con motor de combustión interna rodaban por el pavimento parisino.
En
los periódicos de los días posteriores a la llegada de Maria Skłodowska era
frecuente encontrarse relatos breves de Émile Zola o Guy de Maupassant. Pero no
fue la literatura lo que la llevó a París. El campo cultural que eligió fue la
Física, que resultaba ser en aquella época el que mostraba más apatía ante los
estímulos creadores de la época. De hecho, si se hubiese guiado por las
opiniones al respecto, probablemente habría puesto sus miras en tierras
germanas o británicas, en vez de en París.
De
los países más avanzados desde el punto de vista científico, Francia era el
único que se mostraba hostil ante la más magnánima idea del siglo XIX: teoría
de la evolución de Darwin. Probablemente la razón se encontrara por el hecho de
que la teoría del naturalista inglés mandaba al traste las teorías francesas de
Cuvier y Lamarck.
Este aspecto tendría la joven Maria Skłodowska que llegó a París (Fuente). |
Incluso
el espíritu científico francés más notable del siglo, Louis Pasteur,
manifestaba ciertas reticencias frente a esta teoría. Pero su conservadurismo
científico era compensado con creces con sus realizaciones en el campo de la
Química y la Inmunología. Maria Skłodowska llegó a París cuatro años antes de
la muerte de Pasteur, pero aún seguía siendo el faro que iluminaba toda la
ciencia francesa. Y es que sus descubrimientos habían supuesto una
transformación radical del pensamiento que ejercería una acción duradera sobre
la ciencia.
Precisamente
el desafío intelectual es lo que había llevado a Maria a París. Y no había nada
en la Sorbona que la pudiese decepcionar. Situada en el Barrio Latino, su joven
y variada población, sus aceras, sus cafés y sus librerías al aire libre,
mandaban sobre Francia entera y, en último término, sobre Europa. Por fin un
mundo nuevo, el de la Ciencia, se le desplegaba. Y por fin pudo conocerlo con
total libertad.
Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».
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