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1) Nació en Varsovia en 1867 #MarieCurie150

Cuando nació Marie Curie ―originalmente como Maria Salomea Skłodowska―, la mayor parte de Polonia estaba controlada por Rusia, y el zar Alejandro II era su rey. En los mapas ni siquiera aparecía la palabra Polonia y el ruso era la lengua oficial. Quinta y última hija de nacionalistas polacos comprometidos, Maria, como cualquier niño durante la década de 1870, no vivía ajena al yugo ruso ni insensible al clima religioso de Varsovia. Sin embargo, efectos trágicos en el seno de su familia pronto haría inclinar la balanza hacia el espíritu lógico y racional.

La educación secundaria polaca consistía en aprender ruso, latín y griego, y una vez superados, se podía acceder a la universidad o a las escuelas técnicas superiores del imperio del zar. Pero esto se limitaba a los hombres, a las mujeres ni tan siquiera se les permitía promocionar a estudios superiores. Sólo les quedaba la opción de abandonar el país y conseguir un título en una universidad extranjera.


Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».



A pesar de los evidentes obstáculos que se oponían a toda forma de pensamiento original o que pudiese resultar revolucionario, a Varsovia llegaban ecos de ideas nuevas que impregnaban el resto de Europa. Los jóvenes de Varsovia, atraídos ante esta perspectiva y muy influidos por la “filosofía positiva” de Auguste Comte, comenzaron a agruparse clandestinamente en lo que se llamó la Universidad Volante. En los pisos superiores de las viviendas, al abrigo de las miradas de la policía, se abordaban temas como la anatomía y las ciencias naturales. Había lugar para recitales de piano, lecturas de poemas e incluso peripecias sobre algún viaje. El público de esta universidad de vanguardia era esencialmente femenino, y entre sus asistentes se encontraba Maria Skłodowska. Aprendió a conocer a Dostoievski, Heine o Musset y con deleite comenzó a descubrir amplios y nuevos horizontes.

El positivismo proponía soluciones a los problemas sociales con sus postulados sobre la igualdad de género en materia de educación, el anticlericalismo o la abolición de los privilegios de la nobleza. Sin embargo, tras la publicación, en 1973, de “El Capital” de Karl Marx, se encontró con una nueva oposición. Desde el prisma marxista, la actitud positivista, que preconizaba la adaptación de Polonia a la situación existente, equivalía a aceptar la servidumbre y la colaboración con las autoridades zaristas. A partir de ambas ideologías surgían incesantemente revolucionarios y mártires que mantenían bastante ocupada a la represiva policía zarista.


Aspecto actual de la fachada de la casa donde nació Maria Skłodowska el 7 de noviembre de 1867, hoy convertida en un museo dedicado a ella (Fuente).


El positivismo había ofrecido a Maria una carta de sabores apenas catados. Durante este periodo, Maria comprendió la verdadera naturaleza del ambiente que le rodeaba. Pero de repente apareció algo más importante que atrajo su atención: había descubierto la ciencia. La fuerza de su carácter y, sobre todo, su hábito de ponerlo en práctica, pues poseía inmensas reservas de energía física e intelectual. Sobre todo, le apasionaba la Física y las Matemáticas.

Cuando se le apareció la oportunidad de marcharse a París, cayó en la cuenta que sus sueños podían convertirse en realidad. Sueños de cultura, de éxitos intelectuales y, por supuesto, de libertad. A sus veinticuatro años daba sobradas muestras de tener las ideas muy claras. Poseía lagunas en el plano intelectual, pero la Maria Skłodowska que se apeó en la Gare du Nord de París en septiembre de 1891, poseía una cualidad bastante singular en una mujer criada en un ambiente condicionado por el aislamiento intelectual polaco: la ambición.

París ya era otra cosa: libre, vibrante y confiado. Ya habían pasado veinte años desde la rápida represión sufrida por la Comuna por sus decretos revolucionarios. Gozaba de una prosperidad material surgida de un período de confianza y de paz. Un contraste brutal con lo que había conocido Maria hasta entonces. Las cicatrices habían desaparecido y los grandes bulevares diseñados por el Barón Haussman y los esplendorosos inmuebles que los flanqueaban eran un placer para la vista y certificaban la salud de la capital francesa.

Era el París de la Belle Epoque y probablemente quedara impresionada, como nos ocurre a todos todavía hoy, por lo que fue la pieza central de la Exposición Universal de 1889, organizada para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa. Ese gigantesco símbolo surgido de una hazaña mecánica: la Torre Eiffel.


Estampa de una visión general de la Exposición Universal de París de 1889 (Fuente).


Cuando Maria llegó a París, los titilantes fuegos de los mecheros de gas habían dado paso a los tubos incandescentes; ya había faroles eléctricos repartidos por los bulevares; las mujeres vestían con abundantes colores a base de nuevos tintes; incluso los vehículos con motor de combustión interna rodaban por el pavimento parisino.

En los periódicos de los días posteriores a la llegada de Maria Skłodowska era frecuente encontrarse relatos breves de Émile Zola o Guy de Maupassant. Pero no fue la literatura lo que la llevó a París. El campo cultural que eligió fue la Física, que resultaba ser en aquella época el que mostraba más apatía ante los estímulos creadores de la época. De hecho, si se hubiese guiado por las opiniones al respecto, probablemente habría puesto sus miras en tierras germanas o británicas, en vez de en París.

De los países más avanzados desde el punto de vista científico, Francia era el único que se mostraba hostil ante la más magnánima idea del siglo XIX: teoría de la evolución de Darwin. Probablemente la razón se encontrara por el hecho de que la teoría del naturalista inglés mandaba al traste las teorías francesas de Cuvier y Lamarck.


Este aspecto tendría la joven Maria Skłodowska que llegó a París (Fuente).


Incluso el espíritu científico francés más notable del siglo, Louis Pasteur, manifestaba ciertas reticencias frente a esta teoría. Pero su conservadurismo científico era compensado con creces con sus realizaciones en el campo de la Química y la Inmunología. Maria Skłodowska llegó a París cuatro años antes de la muerte de Pasteur, pero aún seguía siendo el faro que iluminaba toda la ciencia francesa. Y es que sus descubrimientos habían supuesto una transformación radical del pensamiento que ejercería una acción duradera sobre la ciencia.

Precisamente el desafío intelectual es lo que había llevado a Maria a París. Y no había nada en la Sorbona que la pudiese decepcionar. Situada en el Barrio Latino, su joven y variada población, sus aceras, sus cafés y sus librerías al aire libre, mandaban sobre Francia entera y, en último término, sobre Europa. Por fin un mundo nuevo, el de la Ciencia, se le desplegaba. Y por fin pudo conocerlo con total libertad.


Esta entrada forma parte del especial «10 Cosas que hay que saber sobre Marie Curie».

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