Cuando el ser humano vio por primera vez su propio reflejo, quedó fascinado con la proyección de su imagen. Posiblemente, a causa de esta fascinación hay una gran variedad de supersticiones, mitos y leyendas alrededor de los espejos.
Cuando Alicia, después de su periplo por el país de las maravillas, pasa al otro lado del espejo, se muestra confusa: se encuentra con los mismos objetos que antes, pero se comportan de distinta manera. Y es que, al colocarnos frente a un espejo, el del otro lado es exactamente igual que nosotros. Sin embargo, si levantamos la mano derecha, el otro hace lo propio con la izquierda. Sería nuestro yo zurdo. Y al ser las manos asimétricas, las imágenes especulares no se pueden superponer.
En Química ocurre lo mismo, pero lo llamamos quiralidad. Hay moléculas que, al reflejarlas en un espejo, éste nos devuelve una imagen de ellas que, a simple vista, parecen la misma pero no es así: también hay moléculas diestras y zurdas.
Este fenómeno lo observó por primera vez el francés Louis Pasteur, más famoso en campos como la Microbiología o la Inmunología. Sin embargo, como en el caso de otros grandes científicos, destacó en otras áreas. De hecho, su primera gran contribución científica, durante su Tesis Doctoral, fue en Química, concretamente en el emergente campo químico de la Cristalografía.
Pasteur se topó con el tartrato de sodio y amonio, un producto secundario en la producción de vino. Bajo el microscopio observó que, en su forma cristalina, el compuesto formaba dos tipos de cristales que eran imágenes especulares y no superponibles entre sí. Con la ayuda de unas pinzas separó los dos tipos de cristales, preparó disoluciones acuosas con cada uno de ellos y probó la interacción con la luz polarizada. Encontró que ambas disoluciones giraban la luz en direcciones opuestas y cuando los dos tipos de cristales estaban juntos en la misma proporción, el efecto de la rotación de la luz se contrarrestaba. Pasteur, en su Tesis Doctoral, descubrió la quiralidad.
Lo más importante de este descubrimiento para el desarrollo de la Química fue que la composición sola no proporciona toda la información necesaria para comprender cómo se comporta un compuesto químico. A partir de entonces se empezó a pensar en la estructura de las moléculas en términos de su posición en el espacio y nació un nuevo campo, la estereoquímica, cuya importancia es capital si nos atenemos a la función biológica de la molécula.
Por ejemplo, la molécula de limoneno tiene dos variantes que dan dos olores diferentes: en un lado del espejo daría el olor característico a limón, sin embargo, el limoneno del otro lado del espejo, sorprendentemente, proporciona el olor a naranja; de forma similar ocurre con la carvona para dar olor a menta u olor a comino. En este contexto, existen miles de moléculas cuyas imágenes especulares presentan propiedades diferentes, y no solo atienden a cuestiones de olor. De hecho, muchas de las moléculas que intervienen en procesos biológicos también son quirales y, a nivel celular, los seres vivos preferimos utilizar únicamente una de las variantes posibles.
Por ejemplo, la glucosa es el compuesto orgánico más abundante de la naturaleza y también es la fuente primaria de fabricación de energía en nuestras células, células que solo trabajan con la glucosa dextrógira, aquella que desvía la luz polarizada hacia la derecha. Por otro lado, están los aminoácidos, los ladrillos de nuestras proteínas, que solo son levógiras, es decir, desvían la luz polarizada hacia la izquierda.
La importancia de la quiralidad salió a la luz de manera devastadora a mediados del siglo pasado con el desarrollo de la Talidomida. Un fármaco con propiedades sedante y calmante de las náuseas en los primeros meses de embarazo.
Durante el Tercer Reich, la compañía farmacéutica Grünenthal empezaba a abrirse paso con hitos como el desarrollo de la primera penicilina, pero fue con la síntesis de la talidomida, a principios de la década de 1950, con lo que tuvieron mayor impacto.
Durante las primeras pruebas, los investigadores de la empresa descubrieron que era prácticamente imposible administrar a los animales de prueba una dosis letal del fármaco. Basado en gran parte en esto, se consideró que el fármaco era inofensivo para los humanos. En aquella época los científicos no sabían que los efectos de un fármaco podían pasar a través de la placenta y dañar al feto en el útero, por lo que el uso de medicamentos durante el embarazo no estaba estrictamente controlado. Y en el caso de la talidomida, no se hicieron pruebas con mujeres embarazadas. La venta de la talidomida se autorizó en julio de 1956 y a partir de ahí cada vez más compañías farmacéuticas en todo el mundo comenzaron a producirla y comercializarla.
A finales de los 50 empezaron a conocerse unos datos devastadores: miles de niños en todo el mundo estaban naciendo con graves deformaciones congénitas, caracterizadas principalmente por la carencia o excesivo acortamiento de las extremidades; muchos de ellos morían al poco de nacer.
Un hecho, a priori, totalmente ajeno, resultó estar relacionado con la talidomida. Se necesitaron cinco años para establecer la conexión. La primera vez que se hizo público el vínculo entre la talidomida y su impacto en el desarrollo del feto fue en 1961. Más tarde, encontraron que estaba relacionado con el momento del embarazo en que se tomó el fármaco, pues los efectos solo aparecieron cuando se tomó durante el primer trimestre. Después de ese periodo, la talidomida no tenía efecto.
El medicamento se retiró inmediatamente del mercado y se llevó a cabo una investigación en la que se descubrió que la talidomida es una molécula quiral: su versión dextrógira, efectivamente, actuaba como sedante, pero su versión levógira, su imagen especular, tenía efectos teratogénicos y era el causante de las malformaciones en los bebés.
La talidomida no solo cambió la vida de las personas, sino que obligó a los gobiernos y las autoridades médicas a revisar y endurecer sus políticas de concesión de licencias farmacéuticas. Como resultado, se realizaron cambios en la forma en que se comercializaron, probaron y aprobaron los medicamentos en todo el mundo.
Un cambio clave fue que los medicamentos destinados al uso humano ya no podían aprobarse únicamente sobre la base de pruebas en animales. Y los ensayos de medicamentos dirigidos a mujeres embarazadas también tenían que proporcionar evidencia de que eran seguras para su uso durante el embarazo.
Con este desagradable capítulo de la Historia, queda patente que incluso en el extraordinario mundo de la Química, el viaje entre los dos lados del espejo, por muy corto que sea, puede salir caro.
FUENTES:
Anta, M. Z., & Nieto, V. G. (2022). Enfermedades pediátricas que han pasado a la historia (10). Síndrome de la talidomida: descubrimiento, tragedia y enseñanzas. Pediatría Integral, 259, e1.
Botting, J. (2002). The history of thalidomide. Drug news & perspectives, 15(9), 604-611.
Franks, M. E., Macpherson, G. R., & Figg, W. D. (2004). Thalidomide. The Lancet, 363(9423), 1802-1811.
Palacios-Rosas, E. (2021). La catástrofe de la talidomida y su importancia en la seguridad de los medicamentos. Avances en Enfermería, 39(2), 155-156.
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