Cuando pedí resumir el capítulo 5
solo conocía su título y nada de su contenido, así que me imaginé que tal vez
trataba, al menos en parte, del cloro y de Fritz Haber… y, a diferencia de lo
que le ha pasado a Conxi, ha sido así :P Y fue grato, ya que he tenido la
oportunidad de “coincidir” en varias ocasiones con este químico, cuya figura
alberga las dos caras de la moneda. De hecho, en mi blog tengo dos entradas
básicamente dedicadas a él (al final pongo los links).
El autor del libro sitúa las
primeras guerras químicas, aunque sin éxito, en la antigua Grecia. Durante
siglos no evolucionó ni logró mejorar el arrojo de aceite hirviendo desde las
almenas. Y no fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando empezaron a emplearse
agentes químicos para hacer daño de forma consciente. Aquí es donde entra en
escena el químico alemán.
Esta entrada está alojada originalmente en el blog "Tertulias literarias de Ciencia" como parte del resumen del libro de divulgación científica "La cuchara menguante": https://tertuliasliterariasdeciencia.blogspot.com.es/2017/10/la-cuchara-menguante-5-los-elementos-de.html
Fritz Haber y el cloro
Cuando Haber se hizo cargo del
Instituto de Química-Física Kaiser Guillermo ya era un científico reputado,
pues había descubierto, mediante una
sencilla reacción, una forma de sostener la base alimenticia de la mitad de la
población mundial. Su cometido durante la Primera Guerra Mundial, sin embargo,
fue muy diferente al de acabar con la inanición del populacho, más bien
contribuyó a exterminarlo.
Se fijó en lo que hoy conocemos
como el grupo 17 de la tabla periódica, la de los halógenos. Estos elementos
tienen en su capa más externa siete electrones, es decir, están a solo uno de
conseguir un estado del bienestar químico. Para ello suelen arrasar con lo que
encuentran en su camino, incluidas nuestras células, buscando el electrón que
les permita alcanzar la estabilidad.
El primero en usarse fue el
bromo, pero tras varios intentos en el campo de batalla, los germanos no
obtuvieron los resultados que esperaban. Entonces Haber dirigió sus esfuerzos al vecino de arriba, al cloro, más
agresivo. Y al ser más pequeño, tiene más facilidad para atacar a las células.
Las analogías que se emplean en el libro son brutales: «Si el gas bromo es una
falange de soldados de a pie que atacan las membranas mucosas, el cloro es como
un tanque de una guerra relámpago que, inmune a las defensas del cuerpo, arrasa
con los senos nasales y los pulmones». El resultado, la muerte por asfixia; más
concretamente, la muerte por asfixia de 5000 soldados franceses atrincherados
en las inmediaciones de la ciudad de Ypres en lo que se considera el primer uso
de armas químicas a gran escala. Fritz Haber no dudaba en trasladarse al
mismísimo frente de batalla.
Haber dando instrucciones en el frente de batalla. |
Para el bando prusiano se
convirtió en un héroe, pero no le faltaron detractores. Entre ellos se
encontraban su propia mujer, quien se suicidó tras descubrir a lo que su marido
realmente se dedicaba, y Albert Einstein, pacifista declarado. El Premio Nobel
lo recibió «cuando aún no
se había disipado el polvo (o el gas) de la Primera Guerra Mundial», aunque fue
por el proceso de producción de amoníaco a partir del nitrógeno atmosférico.
Finalmente, Alemania perdió la guerra y Haber cayó en una desdicha tanto
profesional como personal.
A partir de aquí empezó lo nuevo para mí. Dejamos a Haber y
a los halógenos a un lado para centrarnos en otros elementos como el molibdeno, el wolframio, el tantalio y
el niobio. Las historias que rodean a estos metales giran en torno a cuestiones
más políticas que científicas, pero igual de interesantes a pesar de los rodeos
del autor.
Molibdeno y wolframio
El molibdeno fue también fuertemente demandado durante la
Primera Guerra Mundial, en la que se requerían aceros más fuertes y resistentes
para aplicaciones industriales y militares. Este elemento puede resistir
altísimas temperaturas, ya que tiene una temperatura de fusión de 2600 ºC,
miles de grados por encima del hierro, principal metal del acero. Por lo tanto,
añadir un poco de molibdeno al acero proporcionó material militar más
resistente y destructivo. Un ejemplo característico es el de los obuses de
asedio Gran Berta, diseñados por las industrias alemanas Krupp.
El problema que encontraron los alemanes fue que no tenían
minas de molibdeno suficientes para fabricar los Bertas. Su único suministro se
encontraba en una mina de Colorado, es decir, en un país enemigo, Estados
Unidos, aunque se hicieron con el control de la misma antes de que los
americanos entraran en la contienda.
Cañones Gran Berta. |
El wolframio (o tungsteno), por su parte, fue un material
estratégico en el seno de la Segunda Guerra Mundial, siendo uno de los
productos más codiciados. El 90% de las reservas de toda Europa se encontraban
en Portugal, país neutral durante la contienda, pero cuyo dictador, Salazar, no
dudó en aprovechar tal condición para negociar con ambos bandos. El wolframio
es uno de los metales más duros conocidos y está situado justo debajo del
molibdeno en la tabla periódica, por lo que, al tener más electrones, funde por
encima de los 3400 ºC. Se utilizaba también como aditivo del acero en la
fabricación de misiles.
Tantalio y niobio
El capítulo finaliza con el tantalio y el niobio y sus
aplicaciones en la telefonía móvil al tratarse de elementos densos, resistentes
al calor y a la corrosión y aguantan bien las cargas eléctricas. Ambos
elementos se encuentran en el coltán, un mineral cuyas reservas se encuentran
mayoritariamente en lo que conocemos hoy como la República Democrática del
Congo (RDC), antes Zaire.
A mediados de la década de 1990 comenzó una guerra en dicho
país para liberarse del yugo de un régimen dictatorial. Tuvieron ayuda de
países vecinos como Ruanda o Burundi e incluso algunos países de la Unión
Europea y Estados Unidos se implicaron, y finalmente lo que estalló fue una
lucha de intereses por controlar los recursos. El negocio del coltán, lo que
debería haber sido fuente de riqueza del país, se convirtió en algo beneficioso
para los grupos armados que controlaban las minas y estalló una guerra que duró
hasta 2003 con una balance de más de cinco millones de personas muertas, la
mayor pérdida de vidas desde la segunda guerra mundial.
Reflexión final
Lamentablemente, la química está íntimamente ligada a los
conflictos bélicos y a la pérdida de millones de vidas humanas de forma
injustificada. También muchos avances científicos surgieron como consecuencia
de guerras. Avances que todos aprovechamos en nuestro día a día, y es ahí donde
podría surgir un conflicto desde el punto de vista moral. O no. Eso ya queda
dentro de cada uno.
***
Entradas sobre Fritz Haber y la guerra química en Radical
Barbatilo:
- Entre el genio y el genocidio: https://goo.gl/xb3Ner
- Una revisión de Genius:
Einstein (Capítulo 7): https://goo.gl/3P8BMp
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