Hasta sólo unos pocos siglos atrás, a la mayoría de las mujeres no se les permitía hacer investigación científica, o se les permitió actuar sólo como asistentes o traductoras. A través de los salones intelectuales, algunas pudieron desempeñar un papel fundamental en la difusión de las ideas de la Ilustración. La francesa Émilie du Châtelet fue una de las primeras mujeres en romper esa barrera y convertirse en una científica por derecho. No solo iluminó con sus escritos, también hizo sus propias contribuciones a la búsqueda de la ciencia y la razón.
Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil nació en París en 1706. Era la hija de Louis Nicolas Le Tonnelier de Breteuil, un cortesano del rey Luis XIV, cuya posición proporcionó a la familia algunos privilegios. De esta forma, Émilie tuvo acceso a las élites aristocráticas e intelectuales de Francia a edades muy tempranas. A menudo, los científicos más distinguidos eran visitantes frecuentes de su casa, entre ellos, Voltaire, uno de los principales representantes de la Ilustración.
Al reconocer la brillantez de la joven Émilie, su padre, inusualmente para aquellos tiempos, mandó instruirla desde muy pequeña en actividades físicas, así como en literatura y ciencia. Su madre, Gabrielle-Anne de Froulay, que fue criada y educada en un convento, no estaba de acuerdo con las actividades intelectuales de su hija, impropias para una señorita. Sin embargo, la inversión valió la pena: cuando tenía 12 años, Émilie hablaba con fluidez griego, latín, italiano y alemán. Pero no sólo era una intelectual, también le gustaba bailar, tocaba el clavicordio, cantaba ópera, fue actriz aficionada e incluso apostaba en juegos de azar, haciendo valer su talento en matemáticas. Sus ganancias las usaba para comprar libros y material de laboratorio para sus investigaciones.
A pesar de su mente y estilo de vida no convencionales, Émilie sí se conformó con un matrimonio aristocrático convencional. En 1725, se casó con el marqués Florent-Claude du Chastellet, un distinguido oficial del ejército, que frecuentemente se hallaba fuera de casa dejando a Émilie libre para disfrutar de sus intereses científicos. Tras el nacimiento de sus tres hijos, llegaron a un acuerdo para llevar vidas separadas, algo común entre la aristocracia francesa del momento, eso sí, manteniendo el hogar familiar.
Émilie tuvo un affair con el duque de Richelieu (sobrino del famoso cardenal), pero su amante más conocido fue Voltaire, quien introdujo la versión popular Châtelet a Émilie. Durante 15 años, la pareja vivió una apasionada relación en la que pusieron tanto el corazón como la mente. Además de la publicación de obras sobre física y matemáticas, construyeron una colección de 21.000 libros, más grande que la mayoría de bibliotecas universitarias europeas.
A pesar de verse frustrada por haber sido excluida por la sociedad científica al ser mujer, Émilie fue lo suficientemente valiente como para llevar a cabo sus propias investigaciones en secreto. Así, en 1737, participó en un concurso patrocinado por la Academia Francesa de Ciencias con un trabajo sobre la naturaleza de la luz, el calor y el fuego. Con Dissertation sur la nature et la propagation du feu (Disertación sobre la naturaleza y la propagación del fuego) sugería que los diferentes colores de la luz aparecen debido a diferentes potencias de calentamiento y anticipaba la existencia de lo que ahora se conoce como radiación infrarroja. No ganó el concurso, pero su trabajo fue publicado y empezó a ser mejor vista por la comunidad científica.
También desarrolló un fuerte interés por la obra de Isaac Newton, que no destacó por sus dotes divulgativas. Además, ésta era algo controvertida en aquel momento en Francia, donde la filosofía cartesiana se veía favorecida. Émilie y Voltaire escribieron conjuntamente Eléments de la philosophie de Newton (Elementos de la filosofía de Newton, 1738), explicando la astronomía y la óptica de Newton de una manera clara para un amplio número de lectores franceses. Sólo el nombre de Voltaire apareció en el libro, pero éste reconoció el intelecto superior de Émilie, sobre todo cuando se trataba de física. La admiración de Voltaire hacia Émilie no tenía límites.
Una de sus más importantes contribuciones a la ciencia fue la elucidación de los conceptos de energía y su conservación. En 1740, publicó Institutions de physique (Lecciones de la física), en el que se atrevió incluso a corregir a Newton: mostró que la energía de un objeto en movimiento es proporcional no simplemente a su velocidad, como previamente se había creído, sino al cuadrado de su velocidad. Se dice que Albert Einstein obtuvo la inspiración para su famosa ecuación de la relatividad (E=m·c2) cuando hojeaba un estudio de Émilie du Châtelet.
A los 42 años, Émilie descubrió que estaba embarazada. Sabiendo que probablemente moriría, comenzó a trabajar 18 horas al día para completar lo que es ampliamente considerada como su obra magna: una traducción del latín al francés de Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural, 1687). En los Principia, Newton recogía sus hallazgos en mecánica y cálculo matemático, marcando un punto de inflexión en la historia de la ciencia. Más que una simple traducción, Émilie añadió extensos comentarios, ejemplos y aclaraciones que facilitaron la comprensión de las ideas que se exponían.
Con un gran esfuerzo, logró su objetivo de terminar el manuscrito antes de morir en septiembre de 1749. La obra completa fue publicada diez años más tarde, cuando el regreso del cometa Halley provocó un renovado interés en la mecánica de Newton. El libro de Émilie fue durante muchos años la única traducción disponible de los Principia de Newton. Además, su notación moderna y perspicaz probablemente ayudó a a difundir la nueva ciencia de la época.
No obstante, Émilie du Châtelet ha sido en gran medida olvidada por la historia (o recordada principalmente como la amante de Voltaire) y sólo recientemente se han sacado a la luz sus logros científicos. Su género suscitó burlas entre los hombres ilustrados y debido a las restricciones impuestas a las mujeres por la sociedad francesa de la época, fue incapaz de seguir una educación similar a sus homólogos masculinos. Sin embargo, su genio, su ingenio, su apetito voraz por la adquisición de conocimientos y la temprana “iluminación” de su padre la ayudaron a superar muchos desafíos y a considerarse, con razón, como una de las principales figuras de la Ilustración.
Este post ha surgido como tarea del curso de Literatura Científica Creativa.
Este post ha surgido como tarea del curso de Literatura Científica Creativa.
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Como siempre nos ilumina con tus trabajos de divulgación, la Ciencia, la Historia y la Literatura, tres constantes perfectamente mezcladas que definen un estilo propio y único. Un trabajo impecable que hace justicia a esta gran mujer, una de las grandes olvidadas por la Historia. Nuevamente mi más sincera enhorabuena Jesús.
ResponderEliminarHasta luego
Como siempre nos ilumina con tus trabajos de divulgación, la Ciencia, la Historia y la Literatura, tres constantes perfectamente mezcladas que definen un estilo propio y único. Un trabajo impecable que hace justicia a esta gran mujer, una de las grandes olvidadas por la Historia. Nuevamente mi más sincera enhorabuena Jesús.
ResponderEliminarHasta luego
Que mujer tan inteligente ,para su época brillante cinco idiomas , libertad sexual ,económicamente bien ,para seguir estudiando ,investigando ,un cerebro privilegiado .Murio muy joven ya me gustaría que como polvo de estrella nos cayera algo de ella felicidades Jesús me ha gustado mucho tu articulo
ResponderEliminarA mi también me encandila Émilie y tu post nos ayuda a conocerla. Me ha gustado tu escrito 😄
ResponderEliminarMuchas gracias, Cristina. Su historia es impresionante, aquí hay solo unas pinceladas. Lástima la poca importancia que se le ha dado. Un saludo!
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