Repartimos batas de laboratorio, tubos de ensayo y pipetas y les conté el experimento. La curiosidad se abrió paso: hubo quienes preguntaron por qué ese orden de los colores y no otro, los hubo que comprobaron qué pasaba si se cambiaba, otros optaron por usar el sentido del gusto. Esa es la magia de la ciencia.
Al final todos se llevaron un trozo de arcoiris en un tubo. Niños de 3 y 4 años jugando a perderse en las entrañas de la ciencia. Pero ¿sabéis quién fue el que mejor se lo pasó, no? Pues eso...
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