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Romanticismo en la nomenclatura química del siglo XVIII




La publicación, por Robert Boyle, de The Skeptical Chymist (“El químico escéptico”) en 1661 marcó la transición de la tradición mística de la alquimia a una nueva ciencia, la de la Química. Emulando a Galileo en “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo” (1632), utilizó la figura literaria del diálogo para presentar su teoría corpuscular de la materia, concibiendo el mundo en términos de átomos. Además, rompió moldes en cuanto a la experimentación, a la que aplicó meticulosidad y sentido crítico. Por ello, Boyle es considerado uno de los padres de la Química moderna.


Resulta paradójico, teniendo en cuenta en su método basado en el más estricto razonamiento, que sintiera un profundo respeto por la alquimia, creyendo incluso en las transmutaciones y en procesos sobrenaturales. De ahí que se mantuvieran durante mucho tiempo los nombres empleados por los alquimistas para los diversos brebajes. Y es que los laboratorios del siglo XVIII estaban repletos de frascos cuyas etiquetas estaban impregnadas de asociaciones ocultas que no ayudaban a mejorar la percepción pública de la Química.

Los nombres de fantasía son cosa del pasado. Es poco probable que en un laboratorio de hoy en día se encuentre azafrán de Marte. Un azafrán era cualquier sólido con un tono rojizo, como el de los estigmas de la flor del mismo nombre. En concreto, el azafrán de Marte era el óxido de hierro (III), llamado así por el planeta rojo. También hubo un extracto de Marte (tartrato de hierro (III)), un etíope marcial (óxido de hierro (II), de color negro) e incluso una tintura de Marte (tartrato de hierro y potasio).

Uno de los problemas de la terminología dieciochesca fue que se hizo hincapié en el aspecto físico de la sustancia química en lugar de en su composición. Si el hierro era un elemento de Marte, el plomo pertenecía a Saturno. Por lo tanto, el azafrán de Saturno era el nombre que se le daba al óxido de plomo(II) y al acetato de plomo se le conocía como sal de Saturno. Por otro lado, el acetato de calcio era la sal del ojo del cangrejo. El elemento venusiano era generalmente cobre, por lo que la esencia de Venus era una mezcla de cloruros de amonio y cobre.

La palabra vitriolo proviene del latín vitriolus o vítreo, semejante al vidrio, que era descriptivo de diversos sulfatos. Además de vitriolo verde (vitriolo de Marte o sulfato de hierro(III)), había vitriolo blanco (sulfato de zinc), vitriolo azul (sulfato de cobre o vitriolo de Venus), así como vitriolo de Júpiter (sulfato de estaño). El ácido sulfúrico llegó a ser conocido aceite o licor de vitriolo, o simplemente como el vitriolo. El ácido clorhídrico se llamó a veces como espíritu filosófico de vitriolo.


Vitriolo verde o sulfato de hierro (III) (wikipedia.org).

El flogisto era un elemento mítico pensado para conferir la característica de inflamabilidad, el descendiente del elemento aristotélico del fuego. Una sustancia no se podía quemar cuando se quedaba sin flogisto, que era absorbido por el aire durante el proceso de combustión.

La sal mirabilis o sal milagrosa se llamó así por su descubridor, Johann Rudolf Glauber, debido a sus maravillosas propiedades medicinales. También conocida como la sal de Glauber, el sulfato de sodio, es un laxante muy eficaz. El mineral natural todavía se llama Glauber. Un purgante más violento fue el polvo de ángel, que se preparaba mezclando manteca de antimonio (tricloruro de antimonio) con agua para hacer oxicloruro de antimonio.

La sal de Alembroth también era conocida como la sal de la sabiduría, la sal de la ciencia. Se trataba de una mezcla de cloruro de mercurio(II) y cloruro de amonio que se utilizaba para purificar los metales, un objetivo importante de los alquimistas, junto con su Santo Grial, la transmutación de los metales básicos en oro.

Por sus significaciones ocultas, la nomenclatura alquímica tendió a morir. Los verdaderos químicos, los sucesores de Robert Boyle, tuvieron que luchar duro para alcanzar la respetabilidad del público en general. Sin embargo, también se perdió parte de la historia cultural de la Química. No se podrá negar que estos maravillosos términos, en esencia, los nombres comerciales de la época, resuenan de forma mágica en nuestros pabellones auditivos.


Por Jesús Gil @JGilMunoz 


FUENTES

·Foy, F. (1838). Curso de materia médica o de farmacología. J. Verdaguer.
·Anderson, W. (1984). Between the Library and the LaboratoryBaltimore: Johns Hopkins UP.


·Este artículo participa en el LXIII Carnaval de la Química (edición Europio), alojado en el blog Cardescu (CienciaNFormas).


·La imagen de portada es la Tabla de Afinidades de Geoffroy (1718) con los símbolos alquímicos de las sustancias.

Comentarios

  1. Ya que el artículo va de nomenclatura greo que habría que ser cuidadoso con la que se usa actualmente (hace mucho que no se admite lo de férrico y ferroso...).
    Por otra parte el vitriolo verde de la foto es sulfato de hierro(II) (ferroso). En la sal de Alembroth el cloruro es de mercurio(II) o mercúrico en todo caso.
    Y conste que escribo esto porque me ha gustado el artículo. Gracias

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    Respuestas
    1. Estimado José Ramón,
      En relación a su comentario solo me queda darle las gracias. Prueba de ello es que he aplicado las correcciones oportunas. Es muy importante en esto de la divulgación que lo que se transmita sea lo correcto para no dar lugar a confusiones. De nuevo, muchas gracias por su interés y por sus apuntes tan certeros.
      Un abrazo.

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